Si yo tuviera una escoba, cuántas cosas barrería. Así
empezaba la primera estrofa del afamado éxito de Los Sirex que, en las
navidades de 1965, irrumpía en las radios españolas para convertirse en un
clásico de nuestra discografía. El tema, que en un principio no gustó al grupo
pero después de unos arreglos se convirtió en eterno, no puede venir más a
cuento, casi cuarenta años después, para describir el sentir de la población
para con quienes se encargan de dirigir su destino.
Después del vergonzoso debate del estado de la nación en el
que se erigen vencedores cuando de él solo pueden salir vencidos, de los visto
en ese ilustre hemiciclo, no salvaría nada del poder de la escoba y les
barrería uno por uno como a migas de pan después de una cena. En el plano local
lo vergonzoso es que, pudiendo tener ese debate, en este caso por el estado de
la ciudad, no se atrevan a celebrarlo por falta de ideas para sacar a una de
las ciudades más deprimidas de España de su profunda crisis.
Volviendo a la canción de los Sirex, cierto es que mucha
culpa, como dice la tercera estrofa, la tiene el dinero. Por falta o por
exceso, por estar en sobres o en sueldos desorbitados, porque su falta niega el
acceso a derechos básicos como la vivienda, porque trabajar mucho no garantiza
tenerlo, o porque unos pocos acumulan la mayoría, el dinero es fuente de
conflictos eternos y de desigualdades infinitas.
Según la cuarta estrofa, la maravillosa escoba que a muchos
nos gustaría tener, barrería todo lo sucio que hay en el bajo mundo, y en estos
días, de cosas sucias vamos sobrados. Corrupción política, voracidad
especulativa, ansias de poder que llegan incluso a la Santa Sede, y otras
cuestiones igualmente deplorables por cómo influyen en la sociedad como son el
dopaje o el amaño de competiciones deportivas, hacen de esta canción
contemporánea a pesar del tiempo.
Y es
que más de uno, seguramente, tarareamos al ver el telediario el estribillo de
la canción: Si yo tuviera una escoba, cuántas cosas barrería.