23 de diciembre de 2012

Librarse de una cena III


De todos los eventos navideños, los más difíciles de evitar, sin lugar a dudas, son Nochebuena y Nochevieja. Además de ser fechas realmente especiales, socialmente hablando, el celebrarse casi íntegramente en familia (el que tenga la suerte de conservarla) hace que librarse de alguna de ellas sea misión casi imposible.
Rescatando la columna de la semana pasada, aquellos que trabajen a turnos pueden tener algo más de suerte que el resto de los mortales. Es una leyenda urbana, más real que ficticia, aquello de que médicos y enfermeras pelean por las noches que les toca disfrutar de su familia política, dejándose libre la noche con sus respectivas familias. Así pues un médico que cene en Nochebuena con sus suegros luchará por estar de guardia esa noche, lo que le permitirá tener libre la Nochevieja para disfrutar con sus hermanos y sobrinos. También se han dado casos de personas solteras que se inventan una malísima suerte en la distribución de turnos para salir de viaje. Por otro lado, bomberos y policías también se podría aprovechar de esta situación aunque lo movido de estas noches en cuanto a sucesos se refiere haga poco atractivo el cambio.
Cierto es que la parafernalia que montan algunos hacen de estas cenas algo poco atractivo, máxime cuando hay familias que casi no mantienen contacto durante el año y luego hacen el papel alegando al espíritu navideño. No entiendo muy bien por qué uno no puede decir sencillamente que lo que le apetece es irse a una casa rural con los amigos o a un retiro romántico con su pareja. Tener que hacer obligatoriamente la ruta suegros-padres resta interés al hecho y anima al escaqueo.
Puesto que en estos casos librarse va a ser realmente difícil yo apostaría por llegar a última hora con una buena botella de vino que suavice posibles reproches y salir de allí lo antes posible con la primera excusa convincente que se nos ocurra.

11 de diciembre de 2012

Librarse de una cena II


En esta nueva entrega de cómo librarse de una cena, me centraré en aquellos colectivos que más fácil lo tienen. Si por ejemplo uno es estudiante o, por desgracia, está parado con aludir al tema económico nadie le insistirá, a no ser que le quieran invitar. En tal caso aproveche la ocasión y vaya a cenar gratis.
Por otro lado, los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado son algunos de los que le supondrá menor esfuerzo el escaqueo. Un turno doble, algún cambio de última hora o una inventada urgencia permitirá a policías locales, nacionales y guardias civiles una más que tranquilizadora excusa para evitar un non grato compromiso. Guardas de seguridad o personal de limpieza puede usar también alguna de estas coartadas en mayor o menor medida.
El personal sanitario es también un colectivo afortunado. Solo con decir que tienen guardia será suficiente para librarse del compromiso. Además, si con eso no fuera suficiente, un turno de noche o de mañana también pueden servir llegado el momento. Sin embargo, si esas excusas no sirvieran por conocer nuestros turnos, también se puede aludir haber tenido una jornada movida o una guardia cargada de trabajo. Seguramente nadie insistirá.
Otro colectivo que puede librarse con facilidad de eventos son los relacionados con la hostelería. Camareros, metres, cocineros, recepcionistas… suelen trabajar mientras se organizan las cenas o las reuniones de amigos típicas de estas fechas. Lo malo es que te puede tocar atender el evento en cuestión, y esto puede ser aun peor que asistir a él.
Taxistas, conductores de autobús, camioneros o chóferes en general pueden alegar tener trabajo en la mayoría de las ocasiones, sobre todo si son autónomos. Igualmente pasaría con comerciantes o empleados de grandes superficies que pueden aludir a la carga de trabajo asociada a la navidad.
Los que de ninguna manera pueden achacar al trabajo disculpa alguna a lo hora de renunciar a un evento son maestros, profesores, funcionarios de la administración, sindicalistas o políticos. ¡Pobres!

4 de diciembre de 2012

Librarse de una cena I


La semana pasada hablábamos de los innumerables compromisos sociales que se avecinan este mes. En esta ocasión, mi intención es ayudaros a poder escaquearos de aquellos que no os sean del todo gratos o que no os apetezcan ni lo más mínimo.
Empezando fuerte, aunque esto debe ser planeado con algo de tiempo, la mejor excusa con la que uno se puede librar hasta de asistir incluso a un funeral, si se diera el caso, es estar embarazada o, en su defecto, que lo esté tu pareja. En el momento en que se nombra el estado de buena esperanza, la comprensión irá de la mano de nuestras palabras como justificante de falta de todas nuestras ausencias sociales. Si uno se lo plantea adecuadamente, puede aprovechar también el nacimiento del bebé para los eventos del año siguiente. Para ello, lo ideal sería que naciera a partir de enero.
Una buena excusa es achacar la ausencia a una enfermedad. Un resfriado es fácil de fingir por teléfono y si le añadimos una tos de esas que llaman  perruna le daremos mucha credibilidad. De todas formas, si no queremos andar fingiendo mucho y queremos que nos dejen tranquilos pronto, con decir que estás hablando desde el baño y que no te puedes levantar de la taza será suficiente. Ni siquiera irá nadie a verte.
La coincidencia de eventos es otra buena razón para rechazar invitaciones. En este caso uno anularía al otro, así pues no voy a ninguno y me salto dos cenas por el precio de una. En el caso de no tener eventos coincidentes en el tiempo nos podemos inventar uno y ya tendríamos la excusa hecha.
Irse al pueblo o estar de viaje son clásicos en las excusas pero son bastante débiles para usarse en grandes compromisos o eventos muy planificados. Para estos algún imprevisto de última hora en casa, con el coche o con algún familiar cercano pueden librarnos en el tiempo de descuento, aunque nos harían quedar bastante mal.
También podemos obviar todo lo anterior y decir la verdad, pero eso es menos divertido.