29 de mayo de 2012

La aventura de emprender


Una de las frases que más se usan en estos tiempos de dificultades económicas es que «en chino se usa la palabra crisis de igual manera para dificultad y oportunidad». Otra de las frases estrella es que en «Alemania crecen los emprendedores mientras que en España lo hacen los opositores». Se habla mucho también del carácter pasivo de los latinos y de las culturas mediterráneas. Que no es casualidad, se dice, que los países que peor están sean España, Italia y Grecia. Mientras que en países como EE.UU. el número de nuevas empresas creadas anualmente, a pesar de la crisis, prácticamente no varía, en España cae en picado. Pero en realidad, ¿de quién es la culpa? Realmente habrá un poco de todo pero, después de comprobar en mis propias carnes lo realmente difícil que es emprender, puedo llegar a entenderlo.
Lo primero son los ánimos. No importa a quién se lo cuentes: amigos, familia, conocidos… nadie, o casi nadie, es capaz de decir una sola palabra de ánimo. Todo son pegas y malos augurios. Después viene el dinero. Como para casi todo en esta vida, si no tienes dinero estás perdido. Hay que iniciar un duro peregrinaje de banco en banco buscando el dorado que para todo emprendedor es la financiación. Te piden informes, justificaciones, previsiones, memorias, balances, cuentas, declaraciones de renta, nóminas… y todo esto para decirte que NO antes de pedirte un aval. Aval que hay que pedir a esos familiares que tanto te han “animado”.
La administración que debería ser un catalizador es todo lo contrario: viene Hacienda y sus modelos, el ayuntamiento y sus licencias, los técnicos y sus pegas. Esto es el principal problema. Debería haber una manera de hacer esto más fácil.
Hay que mirar a Europa para todo, no solo según nos convenga. ¿Saben cuál es el tiempo medio de creación de una empresa en España en comparación con la UE? Mejor no pregunten, se indignarían.

22 de mayo de 2012

Aquel, qué vino


Para muchas personas, el vino, además de un arte, es una pasión. 
El vino es un elemento fundamental en cualquier tipo de comida. Elegir el vino adecuado para un almuerzo o una cena, es garantía de éxito. Es importante conocer el tipo de platos a servirse durante la comida para elegir los maridajes más adecuados.
De todos es conocido que los blancos maridan a la perfección con pescados y mariscos, pero lo que pocos conocen es que también lo hacen con carnes blancas y embutidos. Los vinos rosados, los ampliamente defenestrados de las listas de popularidad vinícola, además de ser bastante más difíciles de crear que un blanco o un tinto, maridan a la perfección con multitud de platos, siendo un gran “comodín”. Los podemos tomar tanto para aperitivos, carpaccios, ensaladas frescas, arroces o incluso sopas frías como el gazpacho. Por su parte, los tintos, aquellos a los que recurrimos en la mayoría de las ocasiones, presentan multitud de características diferentes dependiendo del tipo de uva, la D.O. y el tiempo de crianza, lo que implica maridajes diferentes. Mientras que los tintos ligeros irían bien con carnes de aves o en salsa, los grandes tintos con más cuerpo entrarían en conexión con las carnes rojas poco hechas que potencian su sabor. Tampoco se pueden descartar los vinos tintos más jóvenes y afrutados para combinar con el pescado, sobre todo si se sirven en salsa o en fritura.
Cualquier persona con vida social debería procurar saber un mínimo sobre el vino. En alguna ocasión, sobre todo cuando uno hace de anfitrión, puede tener la responsabilidad de elegir los vinos para una comida, un regalo o para cumplir algún compromiso social.  El vino y la comida deben equipararse para que uno no eclipse al otro y puedan potenciar su sabor de modo que creen un excelente tándem.
“Viva el buen vino, que es el gran camarada para el camino” (Pío Baroja)

15 de mayo de 2012

Paradojas del fútbol


Según la FIFA, 270 millones de personas juegan al fútbol de manera amateur, profesional o semi-profesional en el mundo. Además, si nos fijamos en el número de telespectadores de la Copa Mundial de la FIFA Sudáfrica 2010, a estos habría que sumar los casi 2.200 millones de personas que se consideraron seguidores de este deporte. En total tendríamos del orden de 2.500 millones de aficionados al fútbol en total, es decir, un tercio de la población mundial, según los datos compilados por KantarSport para la FIFA. Pero, a pesar de todo, el fútbol, ese gran deporte de masas, presenta una serie de paradojas bastante interesantes.
Para empezar, siendo el deporte más popular a nivel mundial, no lo es en las dos potencias económicas mundiales: China y EE.UU. En el gigante asiático practican fútbol del orden de 25 millones de personas, pocas si tenemos en cuenta que la población china supera de largo los mil millones y, en otros deportes como el tenis de mesa, hay más de cien millones de deportistas federados. Por su parte, en EE.UU. siendo el país que más jugadores aporta a la FIFA, el soccer (como llaman allí al fútbol) ocupa un discreto quinto puesto en el ranking de deportes preferidos por los norteamericanos. Otra paradoja, esta vez relacionada con la evolución del deporte, es la poca acepción de los dirigentes futbolísticos por las nuevas tecnologías que ayuden al cumplimiento de las normas. Mientras que en la mayoría de los deportes se introducen avances tecnológicos, véase el ojo de halcón en el tenis o el juez de vídeo en el rugby, en el fútbol se colocan dos árbitros más detrás de las porterías. Y digo yo, ¿no sería más fácil colocar algún dispositivo en el balón que emitiera alguna señal al contacto con la línea de fondo o de gol, en lugar de colocar a un imán de improperios a escasos dos metros de los aficionados? Me da a mí que eso tiene más pinta de castigo a los elegidos que de solución para un córner dudoso. Siguiendo con las paradojas, el fútbol es el único deporte en el que se puede ganar sin querer. Un equipo claramente inferior y sin la menor intención de atacar puede ser capaz de ganar un partido y, en ocasiones campeonatos. Casos hay a montones: España perdió con Suiza en el Mundial de Sudáfrica con un autogol, Italia ha ganado cuatro Copas del Mundo casi “sin querer” y Mourinho ha ganado nada más y nada menos que dos Champions League (Oporto e Inter). Para terminar, contar la paradoja que para mí es la más triste de todas. Un deporte tan popular en el mundo, que es capaz de sacar a la calle una ciudad, o incluso un país, en un triunfo es también capaz, sobre todo en la derrota,  de sacar lo peor que hay dentro del ser humano, enfrentando hasta la violencia más extrema a aficiones contrarias. Un pena.