Para muchas personas, el vino, además de un arte, es una
pasión.
El vino es un elemento fundamental en cualquier tipo de
comida. Elegir
el vino adecuado para un almuerzo o una cena, es garantía de éxito. Es
importante conocer el tipo de platos a servirse durante la comida para
elegir los maridajes más adecuados.
De todos es conocido que los blancos maridan a la perfección
con pescados y mariscos, pero lo que pocos conocen es que también lo hacen con
carnes blancas y embutidos. Los vinos rosados, los ampliamente defenestrados de
las listas de popularidad vinícola, además de ser bastante más difíciles de
crear que un blanco o un tinto, maridan a la perfección con multitud de platos,
siendo un gran “comodín”. Los podemos tomar tanto para aperitivos, carpaccios,
ensaladas frescas, arroces o incluso sopas frías como el gazpacho. Por su
parte, los tintos, aquellos a los que recurrimos en la mayoría de las ocasiones,
presentan multitud de características diferentes dependiendo del tipo de uva,
la D.O. y el tiempo de crianza, lo que implica maridajes diferentes. Mientras
que los tintos ligeros irían bien con carnes de aves o en salsa, los grandes
tintos con más cuerpo entrarían en conexión con las carnes rojas poco hechas
que potencian su sabor. Tampoco se pueden descartar los vinos tintos más
jóvenes y afrutados para combinar con el pescado, sobre todo si se sirven en
salsa o en fritura.
Cualquier persona
con vida social debería procurar saber un mínimo sobre el
vino. En alguna ocasión, sobre todo cuando uno hace de anfitrión, puede tener
la responsabilidad de elegir
los vinos para una comida, un regalo o para cumplir algún compromiso
social. El vino y la comida deben
equipararse para que uno no eclipse al otro y puedan potenciar su sabor de modo
que creen un excelente tándem.
“Viva el buen vino, que es el gran camarada para el
camino” (Pío Baroja)
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