Según la FIFA, 270 millones de personas juegan al fútbol de
manera amateur, profesional o semi-profesional en el mundo. Además, si nos
fijamos en el número de telespectadores de la Copa Mundial de la FIFA Sudáfrica
2010, a estos habría que sumar los casi 2.200 millones de personas que se
consideraron seguidores de este deporte. En total tendríamos del orden de 2.500
millones de aficionados al fútbol en total, es decir, un tercio de la población
mundial, según los datos compilados por KantarSport para la FIFA. Pero, a pesar
de todo, el fútbol, ese gran deporte de masas, presenta una serie de paradojas
bastante interesantes.
Para
empezar, siendo el deporte más popular a nivel mundial, no lo es en las dos
potencias económicas mundiales: China y EE.UU. En el gigante asiático practican
fútbol del orden de 25 millones de personas, pocas si tenemos en cuenta que la
población china supera de largo los mil millones y, en otros deportes como el
tenis de mesa, hay más de cien millones de deportistas federados. Por su parte,
en EE.UU. siendo el país que más jugadores aporta a la FIFA, el soccer (como
llaman allí al fútbol) ocupa un discreto quinto puesto en el ranking de
deportes preferidos por los norteamericanos. Otra paradoja, esta vez
relacionada con la evolución del deporte, es la poca acepción de los dirigentes
futbolísticos por las nuevas tecnologías que ayuden al cumplimiento de las
normas. Mientras que en la mayoría de los deportes se introducen avances
tecnológicos, véase el ojo de halcón en el tenis o el juez de vídeo en el
rugby, en el fútbol se colocan dos árbitros más detrás de las porterías. Y digo
yo, ¿no sería más fácil colocar algún dispositivo en el balón que emitiera
alguna señal al contacto con la línea de fondo o de gol, en lugar de colocar a
un imán de improperios a escasos dos metros de los aficionados? Me da a mí que
eso tiene más pinta de castigo a los elegidos que de solución para un córner
dudoso. Siguiendo con las paradojas, el fútbol es el único deporte en el que se
puede ganar sin querer. Un equipo claramente inferior y sin la menor intención
de atacar puede ser capaz de ganar un partido y, en ocasiones campeonatos.
Casos hay a montones: España perdió con Suiza en el Mundial de Sudáfrica con un
autogol, Italia ha ganado cuatro Copas del Mundo casi “sin querer” y Mourinho
ha ganado nada más y nada menos que dos Champions League (Oporto e Inter). Para
terminar, contar la paradoja que para mí es la más triste de todas. Un deporte
tan popular en el mundo, que es capaz de sacar a la calle una ciudad, o incluso
un país, en un triunfo es también capaz, sobre todo en la derrota, de sacar lo peor que hay dentro del ser
humano, enfrentando hasta la violencia más extrema a aficiones contrarias. Un
pena.
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