15 de mayo de 2012

Paradojas del fútbol


Según la FIFA, 270 millones de personas juegan al fútbol de manera amateur, profesional o semi-profesional en el mundo. Además, si nos fijamos en el número de telespectadores de la Copa Mundial de la FIFA Sudáfrica 2010, a estos habría que sumar los casi 2.200 millones de personas que se consideraron seguidores de este deporte. En total tendríamos del orden de 2.500 millones de aficionados al fútbol en total, es decir, un tercio de la población mundial, según los datos compilados por KantarSport para la FIFA. Pero, a pesar de todo, el fútbol, ese gran deporte de masas, presenta una serie de paradojas bastante interesantes.
Para empezar, siendo el deporte más popular a nivel mundial, no lo es en las dos potencias económicas mundiales: China y EE.UU. En el gigante asiático practican fútbol del orden de 25 millones de personas, pocas si tenemos en cuenta que la población china supera de largo los mil millones y, en otros deportes como el tenis de mesa, hay más de cien millones de deportistas federados. Por su parte, en EE.UU. siendo el país que más jugadores aporta a la FIFA, el soccer (como llaman allí al fútbol) ocupa un discreto quinto puesto en el ranking de deportes preferidos por los norteamericanos. Otra paradoja, esta vez relacionada con la evolución del deporte, es la poca acepción de los dirigentes futbolísticos por las nuevas tecnologías que ayuden al cumplimiento de las normas. Mientras que en la mayoría de los deportes se introducen avances tecnológicos, véase el ojo de halcón en el tenis o el juez de vídeo en el rugby, en el fútbol se colocan dos árbitros más detrás de las porterías. Y digo yo, ¿no sería más fácil colocar algún dispositivo en el balón que emitiera alguna señal al contacto con la línea de fondo o de gol, en lugar de colocar a un imán de improperios a escasos dos metros de los aficionados? Me da a mí que eso tiene más pinta de castigo a los elegidos que de solución para un córner dudoso. Siguiendo con las paradojas, el fútbol es el único deporte en el que se puede ganar sin querer. Un equipo claramente inferior y sin la menor intención de atacar puede ser capaz de ganar un partido y, en ocasiones campeonatos. Casos hay a montones: España perdió con Suiza en el Mundial de Sudáfrica con un autogol, Italia ha ganado cuatro Copas del Mundo casi “sin querer” y Mourinho ha ganado nada más y nada menos que dos Champions League (Oporto e Inter). Para terminar, contar la paradoja que para mí es la más triste de todas. Un deporte tan popular en el mundo, que es capaz de sacar a la calle una ciudad, o incluso un país, en un triunfo es también capaz, sobre todo en la derrota,  de sacar lo peor que hay dentro del ser humano, enfrentando hasta la violencia más extrema a aficiones contrarias. Un pena.

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