Esta última semana del
mes de agosto, termina un periodo que, si bien tiene sus semejanzas lejanas en
algunos países europeos – sobre todo mediterráneos – no se da de esta manera en
ningún otro sitio.
En agosto todo cambia en
España. El país se ralentiza. En algunos casos incluso se paraliza por completo.
Algunos de los ejemplos
más claros y que, en los tiempos que corren, más animadversión producen, es el
cese total de actividad parlamentaria. Esto quiere decir, que los señores y
señoras diputadas que dictan las directrices del país o comunidad autónoma, se
van de vacaciones hasta septiembre. En los ayuntamientos pasa algo parecido,
quedando algunos concejales “de guardia” para asuntos urgentes. Este agosto,
sin preocuparse por la que está cayendo en España, el señor Presidente del
Gobierno de la Nación, no ha desaprovechado la oportunidad de irse de
vacaciones.
Por otra parte, las
fábricas cierran por vacaciones sin importar que los artículos que producen
puedan ser importantes durante este periodo. Si lo que necesitas es un arreglo
estás perdido. En agosto no se arregla nada. Los comercios cierran o reducen su
horario; los bares hacen algo parecido; las oficinas hacen jornadas continuas,
los bancos recortan su apertura… Y ya no hablemos de servicios como los
autobuses que disminuyen considerablemente, los médicos que reducen sus listas
de enfermos porque llevan la lista de un colega, no dan citas para los
especialistas que están en los hospitales, el dentista cierra por vacaciones,
los organismos públicos están en cuadro y es casi imposible realizar cualquier
trámite, y así un largo etcétera. Si nos fijamos en la prima de riesgo durante
el mes de agosto, incluso esta se ha relajado.
Y yo me pregunto. ¿Es que
en agosto no se rompe nada? ¿Es que en agosto no hay que pagar IVA, IRPF y
demás impuesto? ¿Es que acaso en agosto el banco deja de pasarnos el recibo de
la hipoteca o de cobrar comisiones por respirar su aire en las sucursales? ¿Es
que nadie se pone enfermo en agosto? ¿Entonces?
Habrá que hacérnoslo
mirar si de verdad queremos salir del profundísimo pozo en el que nos
encontramos.