Querido Hospital,
Hace ahora tres años
acudí a ti fastidiado. No me encontraba bien. Me puse en manos de tus profesionales
que, aunque no querían preocuparme, si intentaron que todo fuera lo más rápido
posible. Me hicieron todo tipo de pruebas. Las listas de espera eran
aceptables: cada quince días, más o menos, me tocaba visita, y eso que el
verano acababa de empezar… Radiografía, TAC, Endoscopias… los profesionales no
tenían ninguna restricción para prescribir pruebas diagnósticas. Faltaría más.
Con la salud de la gente no se jugaba. El mes de agosto descansé. Eso es otra
historia. No se sabe muy bien, o sí, por qué en agosto España se paraliza; pero
eso es otro tema (u otra columna). Ya en Septiembre, el día de nuestra Virgen, me
tocó aquella prueba que hace en principio más daño a los oídos, por lo que
significa, que lo que en realidad es: una biopsia. Después de dos noches contigo y un viaje en ambulancia a
Toledo – de esos que ya no se harán –, volvía a casa esperando el “veredicto”. El análisis de Anatomía
Patológica tardó lo justo. Ni más ni menos. Volví a ti para ir al especialista
y oír el diagnóstico: un tumor. Cuando un médico te dice a la cara que tienes un
tumor, se ve hasta qué punto llegan a empatizar con los pacientes estos
profesionales. Yo nunca lo olvidaré. A partir de ahí todo a la carrera. Visita
a la cirujana, preoperatorio con el anestesista… y cuando me quise dar cuenta
llegó el día. Y allí estabas tú. Desplegando tus medios para mí. Una semana
hospitalizado en la que estuve inmejorablemente atendido por tus auxiliares, tus enfermeras, tus médicos y celadores, y un post operatorio en el que lo tenías todo
perfectamente controlado, hicieron que hoy, tres años después, esté físicamente
al 100%.
Ahora te miro, querido Hospital, mermado en facultades,
crispado en ambiente. A este paso, no sé qué dejarán de aquel que permitió que
hoy esté aun aquí. Eras mi mejor herencia. Estoy preocupado, pero no por mí,
sino por los que vienen detrás, sin saber si podrás atenderles a ellos como lo
hiciste conmigo, si la ocasión lo requiere.