¡Vaya semanita!
La pasada semana ha sido, sin lugar a dudas, una de las más
convulsas desde que estalló la crisis. Anuncio de fichaje de Guardiola y
confesión de Armstrong a parte, hemos tenido que oír y leer innumerables
barbaridades que añadir a las no pocas oídas ya durante estos años.
Políticos “repagados” con dinero no declarado y obtenido de
manera ilícita, imputados que blanquean dinero a través de la ya de por sí sola
vergonzosa amnistía fiscal, exbanqueros y expolíticos recolocados en puestos
hiperremunerados, presidentes autonómicos con pisos de lujo a nombre de
empresas fantasma, urgencias que cierran por inspiración divina del dirigente
de turno, jueces sensatos que luchan contra la locura divina, directores
generales implicados en casos de cobros irregulares con ayuntamientos de signo
contrario, expresidentes autonómicos que amasan ingentes fortunas durante su
carrera política, diputados que cobran dietas por dormir en hoteles cuando lo
hacen en pisos de su propiedad o en casa de familiares, facturas de
restaurantes con menús para doce cuando en realidad solo han comido tres, y así
una detrás de otra, maestros que sustituyen compañeros gratis solo a cambio de
puntos para la oposición, sanitarios obligados a cerrar centros de salud para
hacer “puente”, familiares y amigos colocados a dedo en puestos en los que
apenas cabe ya más gente, vacas sagradas que sus partidos ofrecen jubilaciones
estratosféricas en fundaciones o cargos de confianza, empresas rentables que
cierran fabricas y despiden a cientos de trabajadores, y todo esto mientras nos dicen que el paro
seguirá subiendo y que nos tenemos que apretar aún más el cinturón, con la
sombra del rescate siempre planeando sobre nuestras cabezas y sin que ni un
solo de los aludidos anteriormente o sus jefes sean capaces de dimitir o, en su
defecto, de dar alguna explicación convincente al respecto. Un pena.
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